El transhumanismo, un movimiento que aboga por la mejora de las capacidades humanas a través de la tecnología, nos invita a imaginar un futuro en el que se puedan superar el envejecimiento y la muerte, ampliar la inteligencia y las capacidades físicas y dejar atrás las limitaciones humanas.
Sin embargo, mientras nos encontramos en la cúspide de estos avances, es esencial considerar las implicaciones éticas, espirituales y existenciales de alterar la vida humana y nuestra relación con el mundo natural.
Traducido y adaptado del original «Transhumanism: What Makes Us Human?», por Angela Levesque en el blog de Chaos and Light
ORIGEN DEL TRANSHUMANISMO
Combinando las palabras trascendencia y humanismo, el término “transhumanismo” fue acuñado por primera vez por el biólogo británico Julian Huxley en 1957. Aunque sus orígenes se remontan a la Ilustración, una era definida por la búsqueda del progreso a través de la razón y la ciencia. Huxley imaginó un futuro en el que la humanidad podría superar su estado natural mediante la superación personal y la mejora biológica deliberadas, evolucionando hacia una especie «mejor que la humana». Esta visión sentó las bases para el movimiento transhumanista actual, donde organizaciones como Humanity+, el Future of Humanity Institute y el Foro Económico Mundial promueven iniciativas y publicaciones que pueden acercar los ideales transhumanistas a la realidad.
Con los rápidos avances tecnológicos de la década de 1990, las posibilidades de mejora humana comenzaron a expandirse a través de la biotecnología, la inteligencia artificial (IA) y la ingeniería genética. Ahora, estas tecnologías están cada vez más integradas en lo que Klaus Schwab llama la “Cuarta Revolución Industrial”, una convergencia de avances en inteligencia artificial, nanotecnología, edición de genes y energía renovable que remodela nuestro mundo a una escala profunda. Sin embargo, esta ola de cambio también plantea cuestiones éticas y espirituales apremiantes.
OBJETIVOS CENTRALES DEL TRANSHUMANISMO
Los transhumanistas se centran en varios objetivos principales, cada uno de los cuales tiene como objetivo abordar las limitaciones y los desafíos humanos.
Extensión de la vida: los transhumanistas ven la muerte no como un aspecto inevitable de la vida, sino como un problema que debe resolverse. A través de la edición de genes, la reprogramación celular y posibles soluciones cibernéticas, su objetivo es ralentizar o revertir el envejecimiento, imaginando un futuro en el que la vida podría extenderse indefinidamente.
Mejora cognitiva: se están desarrollando interfaces cerebro-computadora (BCI), implantes neuronales y productos farmacéuticos que mejoran la cognitiva para aumentar la inteligencia humana. Los transhumanistas sueñan con fusionar las mentes humanas con la IA, lo que nos permitirá aprender y resolver problemas a velocidades sin precedentes, muy parecido a descargar conocimientos en la película Matrix.
Potenciamiento físico: a través de prótesis avanzadas, exoesqueletos y modificaciones genéticas, los transhumanistas están trabajando para mejorar las capacidades físicas más allá de los límites naturales, lo que podría permitir a los humanos soportar condiciones extremas, resistir enfermedades y potencialmente incluso reimaginar la forma humana por completo.
Mejora moral y emocional: algunos transhumanistas creen que la tecnología podría usarse para mejorar las capacidades morales humanas, haciendo que las personas sean potencialmente más empáticas, compasivas o racionales.
¿JUGANDO A SER DIOS? CUESTIONES ÉTICAS Y EXISTENCIALES
La visión del transhumanismo es atractiva, pero plantea profundas preguntas sobre la identidad y la ética. ¿Qué nos define como humanos? ¿Reemplazar nuestras limitaciones biológicas por otras sintéticas o mejoradas pone en riesgo nuestra humanidad? Algunos temen que las ambiciones del transhumanismo ignoren los ciclos espirituales y naturales de nacimiento, vida y muerte que han dado forma a la humanidad y al mundo que habitamos. Con la capacidad de reescribir la genética o alterar directamente el cerebro, ¿corremos el riesgo de traspasar reinos que tradicionalmente pertenecieron a lo Divino?
También está la cuestión de la sostenibilidad. Si extendemos la vida humana indefinidamente, ¿cómo sustentará la Tierra una población que ya no sigue ciclos de vida naturales? Puede que estemos adquiriendo capacidades divinas, pero ¿tenemos la sabiduría para ejercerlas de manera responsable?
TECNOLOGÍAS CLAVE Y SUS COMPROMISOS
Thomas Sowell dijo la famosa frase: «No hay soluciones, sólo compromisos». Las tecnologías que impulsan el transhumanismo traen tanto promesas como peligros. La IA, por ejemplo, ha evolucionado rápidamente y ha provocado debates sobre formas futuras de conciencia. Si bien la IA actual carece de conciencia de sí misma, algunos creen que la IA avanzada podría llegar a ser indistinguible de la inteligencia humana. Si la IA supera la comprensión humana, ¿valoraría la vida humana? ¿Seremos capaces de controlarlo o podría considerar a la humanidad una amenaza?
De manera similar, las tecnologías de ingeniería genética como CRISPR ofrecen formas de eliminar enfermedades genéticas o personalizar los rasgos humanos. Sin embargo, la modificación genética corre el riesgo de crear una nueva era de desigualdad, en la que algunos “rasgos de diseño” sean accesibles para algunos, lo que profundizará las divisiones sociales. El filósofo Francis Fukuyama advirtió que el transhumanismo podría erosionar el concepto de igualdad y, en última instancia, crear una clase de individuos «mejorados» con acceso privilegiado a las oportunidades de la vida.
Mientras tanto, las interfaces cerebro-computadora podrían permitir la integración mente-máquina, ofreciendo potencialmente beneficios cognitivos pero a costa de nuestra privacidad y soberanía mental. La influencia y el control sobre el comportamiento humano que permiten estas interfaces presentan una pendiente resbaladiza que plantea importantes preocupaciones sobre la autonomía y el consentimiento.
PERDIENDO DE VISTA LA ESPIRITUALIDAD
Una crítica que surge a menudo en las discusiones transhumanistas es el desprecio del movimiento por la conciencia y el alma. Si vemos a los humanos puramente como máquinas biológicas que deben optimizarse, corremos el riesgo de perder nuestra conexión con los aspectos espirituales de la existencia que muchos creen que son esenciales para la realización humana. Los pensadores no materialistas, como Amit Goswami, sugieren que la conciencia existe independientemente de la materia, y que la vida surge de un campo unificado e infinito. Si el transhumanismo prioriza únicamente la materia y la mejora física, ¿estamos descuidando la esencia más profunda de lo que nos hace humanos?
TRANSHUMANISMO Y EL DIVINO FEMENINO
El enfoque del transhumanismo en el control, la modificación y la trascendencia de los ciclos naturales contrasta marcadamente con el concepto de lo “Divino Femenino”, que encarna la armonía, la naturaleza y la interconexión. Al promover una visión mecanicista del cuerpo (donde cada parte puede mejorarse, alterarse o reemplazarse), el transhumanismo puede distanciar inadvertidamente a la humanidad de las energías arquetípicas que han cimentado las civilizaciones durante milenios. La pérdida de esta conexión podría limitar nuestra capacidad de empatía, reverencia y comunión con el mundo que nos rodea.
El transhumanismo ofrece una visión seductora de capacidades mejoradas y de vida indefinida, pero también está plagado de riesgos éticos, sociales y espirituales. A medida que nos acercamos a la realización de estas transformaciones, debemos equilibrar la promesa del progreso tecnológico con el compromiso de preservar los valores, la identidad y la conciencia que nos definen.
Ya sea que abracemos o resistamos el transhumanismo, éste moldeará el futuro de la humanidad de manera profunda y duradera. Corresponde a la sociedad comprometerse profundamente con estas cuestiones y buscar un camino a seguir que honre tanto el poder transformador de la tecnología como la santidad del alma humana.
AUTORA
Angela Levesque. Como prolífica creadora de palabras, guía transformacional y maga digital, Ángela pasa gran parte de su tiempo escuchando los susurros del Universo. Traducir esos susurros en historias, clases, arte, ideas y meditaciones ha sido el trabajo de su vida. Su amor voraz por el aprendizaje le ha permitido explorar la naturaleza y la expresión de estos susurros creativos a través de múltiples medios y diversos estados del ser.
IMAGEN: la del artículo original, realizada por DALL-E